El malentendido del “subconsciente”

En el lenguaje cotidiano, no es raro escuchar frases como “actuó desde su subconsciente” o “su subconsciente lo traicionó”. 

Esta forma de referirse a lo que Sigmund Freud definió como “inconsciente” es inexacta, y arrastra una distorsión conceptual que aleja al psicoanálisis de su dimensión crítica y compleja. 

Freud nunca habló de subconsciente como una segunda mente “debajo” de la conciencia, el término correcto es inconsciente, y no designa un lugar oculto, sino una estructura: una forma de funcionamiento psíquico que atraviesa nuestras decisiones, nuestros síntomas, nuestros vínculos y nuestras palabras.

El descubrimiento de Freud: más que una capa oculta

Freud, en sus primeros estudios clínicos con pacientes histéricas, encontró que los síntomas físicos sin causa orgánica (parálisis, pérdidas sensoriales, dolores) tenían una lógica psíquica

A través de la asociación libre y del análisis de los sueños, descubrió que esos síntomas eran formaciones del inconsciente, condensaciones de deseos, conflictos y recuerdos reprimidos, desde allí nace la idea de que la conciencia no es el centro del psiquismo, sino una pequeña parte.

Como señala Freud en La interpretación de los sueños (1900), “el inconsciente es lo reprimido que pugna por retornar”

Es decir, no es lo que no se conoce, sino lo que ha sido rechazado por la conciencia por resultar conflictivo, angustiante o inaceptable. 

Lo inconsciente no está dormido, ni es pasivo. Tiene una lógica propia que se expresa a través de los sueños, los actos fallidos, los síntomas y los lapsus.

¿Dónde se esconde lo inconsciente?

Una de las ideas más potentes del psicoanálisis es que el inconsciente no se esconde “dentro” de la mente, sino que se manifiesta en el lenguaje

El sujeto dice más de lo que cree decir, así, cuando alguien olvida un nombre, repite una conducta que le hace daño, se contradice, sueña algo aparentemente absurdo, está revelando algo de su inconsciente.

El lenguaje del síntoma es una vía privilegiada para leer el inconsciente, en la infancia y la adolescencia, este lenguaje se torna más evidente: los niños y jóvenes que presentan dificultades emocionales, comportamentales o escolares no suelen expresar malestares directamente. 

Sus síntomas son mensajes cifrados que exigen ser leídos, en los talleres que he ofrecido en instituciones educativas, suelo trabajar esta dimensión: el síntoma como mensaje y no como error a corregir.

El inconsciente es deseo

Para el psicoanálisis, el inconsciente está estructurado como un lenguaje, pero su motor es el deseo

No se trata de deseos conscientes o racionales, sino de una energía que se articula de manera enigmática, muchas veces contradictoria, y que se manifiesta a pesar de nosotros. 

El inconsciente no quiere nuestro bienestar, ni trabaja para la armonía interior: muchas veces nos empuja a repetir aquello que nos causa sufrimiento.

Desde esta perspectiva, la labor del psicoanálisis no es “hacer consciente lo inconsciente” como si se tratara de iluminar una zona oscura, sino hacer legible lo que se repite, lo que no cesa de escribirse en la vida del sujeto, para abrir allí una posibilidad de otro decir.

¿Por qué no hablamos de “curación”?

A diferencia de otras disciplinas de la salud mental, el psicoanálisis no promete bienestar ni cura en el sentido médico. 

No hay recetas, ni técnicas aplicables de forma estandarizada, hay escucha, transferencia, lectura de lo dicho y lo no dicho. 

En mis espacios clínicos y talleres, sostengo la importancia de no apresurarse a resolver el malestar, sino de alojarlo, entenderlo, acompañarlo sin anularlo.

Como plantea Lacan, “la verdad tiene estructura de ficción”, es en el relato del sujeto, en su forma singular de habitar el lenguaje, donde se abre la posibilidad de transformación, no se trata de reemplazar el sufrimiento por la felicidad, sino de producir un saber sobre eso que hace síntoma, un saber que sólo el propio sujeto puede construir.

El cuerpo y el inconsciente

El cuerpo no es ajeno al inconsciente, Freud ya lo mostraba en los síntomas histéricos, y Lacan lo lleva más allá: el cuerpo es afectado por el significante, por el lenguaje que lo atraviesa, no hay cuerpo sin historia. No hay dolor sin escena.

Hoy, muchas consultas llegan marcadas por síntomas corporales sin causa médica clara: insomnio, taquicardia, fatiga crónica, alteraciones digestivas. Aquí, más que buscar una “solución rápida”, el psicoanálisis invita a preguntarse qué dice ese cuerpo, qué inscribe ese malestar.

Infancia, adolescencia e inconsciente

La infancia y la adolescencia son momentos privilegiados para el despliegue del inconsciente. 

En los niños, lo inconsciente se expresa con fuerza en el juego, los dibujos, los sueños, en los adolescentes, el cuerpo en transformación, el lenguaje desafiante, las angustias existenciales son señales de una intensa vida psíquica en construcción.

En los talleres escolares que realizo, no trabajo con tips ni fórmulas, lo que propongo es abrir espacios de palabra donde los jóvenes puedan hablar sin ser juzgados, sin ser encasillados, el inconsciente no necesita disciplina, necesita escucha.

El por-venir del psicoanálisis

En un tiempo marcado por la prisa, la hiperproductividad y el mandato de la felicidad, el psicoanálisis resiste como espacio de pausa, de pensamiento, de singularidad. Lejos de recetas y slogans, se mantiene como una ética del deseo, una invitación a tomar la palabra para hacerse responsable de lo que uno es, y no simplemente adaptarse.

Esta sección que propongo El por-venir del psicoanálisis quiere precisamente invitar a pensar el lugar del psicoanálisis en el presente. ¿Qué puede ofrecer en la era del coaching y las respuestas instantáneas? ¿Cómo sostener la práctica sin ceder al discurso del rendimiento?

Para seguir pensando

Si el inconsciente no es un “subconsciente”, tampoco es un misterio para especialistas, todos tenemos una relación con él: en nuestros sueños, en nuestras repeticiones, en nuestras palabras. 

El psicoanálisis no ofrece soluciones mágicas, pero sí abre una posibilidad de pensarse de otro modo, y en ese gesto, quizás, algo cambia.

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© 2024 Carlos Andrés Hurtado Psicólogo.