
A veces una angustia parece no tener causa visible. Un malestar aparece sin explicación, una elección se repite en diferentes miembros de una familia, o un patrón de sufrimiento se transmite de padres a hijos sin que nadie lo nombre. Lo que no se dice, lo que no se elabora, puede volver bajo la forma de un síntoma. Y no siempre empieza en quien lo padece.
Desde el psicoanálisis, se entiende que el síntoma puede ser efecto de una transmisión transgeneracional, es decir, de una historia no dicha que insiste de una generación a otra. Este artículo explora cómo se produce esta transmisión silenciosa, por qué el síntoma puede no pertenecer al sujeto que lo padece, y cómo el análisis abre la posibilidad de interrumpir esa repetición.
El síntoma no siempre nace en uno
La concepción psicoanalítica del síntoma va mucho más allá del dolor físico o del comportamiento observable. Un síntoma es una formación del inconsciente, una respuesta singular a una contradicción o conflicto psíquico. Pero no siempre el conflicto que lo origina es personal.
En muchos casos, el síntoma se articula con lo que el sujeto hereda sin saberlo: un mandato familiar, un duelo no elaborado, un deseo inconcluso, un trauma silenciado. Así, el síntoma puede ser una forma de respuesta a un discurso que viene de antes, que no fue dicho pero que actúa en el presente.
¿Qué es un síntoma psicoanalítico?
Lo que no se dice, se actúa
Cuando una historia no es narrada, cuando un evento traumático no es elaborado en palabras, queda como un agujero en el discurso familiar. Ese vacío no desaparece: se transmite. Y muchas veces retorna en forma de síntoma en alguien que no vivió ese hecho, pero que lo padece sin comprender por qué.
Por ejemplo, un paciente que sufre ataques de pánico sin causa aparente descubre en análisis que su madre perdió un hijo antes de que él naciera. Esa pérdida nunca fue nombrada, pero estructuró su lugar en la familia. No es que el paciente tenga que “saberlo” conscientemente para que lo afecte: lo no dicho también marca.
La repetición como forma de transmisión
El síntoma puede funcionar como una repetición: el intento inconsciente de elaborar algo que quedó sin resolver en generaciones anteriores. No se trata de “culpar” a los padres o a los abuelos, sino de reconocer que la historia familiar nos habita, incluso cuando no la conocemos.
Repetir no es copiar. Es recrear una estructura psíquica que intenta responder a una pregunta que nunca fue formulada del todo. El análisis no busca cortar con la familia, sino leer qué hay en juego en esas repeticiones que se manifiestan como sufrimiento.
¿Qué busca el análisis en la repetición?
Fantasmas familiares: los no dichos que habitan el presente
En psicoanálisis se utiliza el término “fantasma” para nombrar una construcción inconsciente que organiza el deseo del sujeto. Cuando ese fantasma no surge del propio sujeto, sino que ha sido heredado, hablamos de fantasmas transgeneracionales.
Estos fantasmas no son presencias místicas, sino estructuras simbólicas que se repiten sin saberlo, que imponen posiciones subjetivas: el hijo salvador, la hija sacrificada, el nieto reparador. El síntoma puede entonces ser la única forma en que ese sujeto logra decir “no quiero ese lugar”, aunque lo diga sufriendo.
Nombrar para no repetir
El síntoma heredado insiste hasta que algo pueda ser dicho. Ese decir no borra el pasado, pero lo transforma. Por eso el análisis permite abrir una posibilidad que antes no existía: la de interrumpir la repetición mediante la palabra.
Cuando el sujeto logra hablar desde su propia posición, y no desde el lugar heredado, el síntoma comienza a ceder. No porque se elimine, sino porque ya no es la única vía de expresión posible. Se vuelve legible, nombrable, apropiado.
El síntoma como herencia y como corte
No toda herencia es destino. Lo que se hereda puede repetirse o cortarse. Y el corte no significa ruptura violenta, sino posicionamiento subjetivo. El análisis permite eso: pasar de ser un efecto inconsciente de lo heredado, a ser sujeto de deseo, capaz de decidir qué hacer con eso que recibió sin pedirlo.
El síntoma no es un error. Es una forma de decir cuando no se puede hablar. Pero no tiene por qué quedarse para siempre. Puede abrir una pregunta, una lectura, una transformación.
¿Estás cargando un malestar que no sabes de dónde viene?
El síntoma heredado no siempre se ve, pero se siente. Si hay una repetición que se impone, un sufrimiento que no tiene explicación, tal vez haya una historia familiar que aún no ha sido dicha.
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